Introducción

En 1835 Charles Darwin publicó sobre sus viajes, observaciones y notas, de que no era la primera vez que se declarara la hidrofobia en valles de Chile (Darwin, 1945): se ordena matar perros vagabun­dos, muchos son atacados por la enfermedad; los individuos mueren 12 a 90 días luego de las morde­duras y a 5 días de los primeros ataques de esta extraña y terrible enfermedad, que aparece a inter­ valos en un mismo lugar aislado; el doctor Unanue comunica que la enfermedad apareció por primera vez en América Meridional en 1803 y en Arequipa (Perú) en 1807; ciertos pueblos de Inglaterra están más sujetos a esta misma epidemia que otros; tiene informes de que la rabia es desconocida en Austra­lia otras tierras e islas; quizá se pueda saber de la enfermedad estudiando en qué circunstancias se declara en países separados. Otros confirman la data de primeros casos en el país (Steel, 1975).

En Chile, desde 1929 el diagnóstico se ha centra­lizado en el Laboratorio de Diagnóstico de Rabia del entonces fundado Instituto Bacteriológico de Chile (actual Instituto de Salud Pública de Chile). Hasta 1969 se utiliza la técnica directa de corpúscu­los de Negri y su confirmación biológica de aisla­miento viral en ratones adultos, siendo la sensibili­dad de la primera un 35% de la segunda, con una alta proporción de falsos negativos, lo que obliga a una mayor vacunación preventiva en humanos. Desde 1970 se inicia el diagnóstico por inmuno­fluorescencia directa (11713) (Bagnaroli, 1970), con lo que se aumenta la sensibilidad en el Laboratorio a casi 100% respecto del diagnóstico biológico (DB), el cual se modifica en 1977 con la inoculación intracerebral en ratones lactantes (Mus inusculus) cepa Fl (Martín y col., 1973). Como en muchos países, en especial los latinoamericanos, la vigilan­cia de rabia en Chile se ha centrado en el hombre y en los animales domésticos, y escasamente en ani­males silvestres (Durán y Favi, 1989). Los países desarrollados de Europa y Norteamérica registran sobre tres casos silvestres de rabia por uno domésti­co, estando especialmente ligada a los cánidos: perros, lobos, chacales, coyotes; a los mustélidos: mofetas y mapaches; y a los quirópteros: vampiros y murciélagos insectívoros (Sikes, 1981; Carey y McLean, 1983; Nieto, 1987, Cherkassky, 1988; Steel, 1988; Durán y Favi, 1989). En 1977 en USA, Guam, Puerto Rico e Islas Vírgenes, se comunican 3.182 casos totales, siendo un 86% de origen silves­tre, un 14% doméstico y un caso humano (USA, 1978). En Francia en 1980, de 1594 casos de rabia, 19,7% son domésticos y 80,3% silvestres (Murray y col., 1986). En 1984, en USA de 5.630 casos, 91,95% es de origen silvestre, 8,00% doméstico y 0,05% humano; en Canadá de 1.699 casos, 80,00% es silvestre, 19,95% doméstico y 0,05% humano; en México en 1983 de 10.346 casos, 95,3% es de origen doméstico, 4,1 % silvestre y un 0,6% huma­no (Anómino, 1986).

Los zorros constituyen cerca del 70% de los casos de rabia registrados en el oeste europeo, y parece inevitable que se introduzca la enfermedad en Gran Bretaña por la importación ilegal de zorros, perros y gatos de compañía alcanzándose una alta densidad urbana de los mismos (Murray y col.,1986).

Hay prevalencias de 3% en URSS, de 75% en zorros árticos y entre 5,4% y 21,9% en los de Canadá (Secord y col., 1980). Se describen epizoo­tias en Europa: en Dinamarca y Suiza ocurrencias de 51% en 4.195 zorros muertos por atropellos, caza y trampas, 95% con virus en la saliva y fluctua­ciones epizoóticas estacionales de 3 a 7 años (Sikes, 1981; Wandeler y col., 1974a; Wandeler y col., 1974b; Durán y Favi, 1989). En Suiza en un área de rabia se determina actividad neutralizante sérica en el 52% y 43% de zorros normales y en un 24% de zorros en un área sin rabia (Wandeler y col., 1974b).

En USA la rabia en zorros se encuentra en tres estados, con prevalencias entre 1,7% en zorro rojo hasta 7,5% en zorro gris (Carey y McLean, 1983). Se estima que aún cuando la tasa de renovación anual de los zorros es muy alta (hasta 70% de la población), durante una epizootia de rabia puede morir hasta un 60% de la población (Acha y Szy­fres, 1986). De tres especies de murciélagos vampi­ros, sólo Desmodus rotundus tiene importancia epi­demiológica en rabia, siendo la causa principal de mortalidad de bovinos en Sudamérica, estimándose pérdidas anuales de 500.000 cabezas de ganado y unos US$ 50 millones (Acha y Szyfres, 1986); aunque Chile presenta a la especie entre la I y V Regiones, no se han descrito casos positivos ni mor­deduras con transmisión de rabia. Desde que se aisló virus rábico en murciélagos insectívoros (Venters y col., 1954), se reconoce la importancia que tienen como reservorio silvestre (Delpietro y col., 1969; Sikes, 1981; Acha y Szyfres, 1986) con varios casos de rabia humana que han ocurrido por contacto y transmisión aérea en cuevas (Constanti­ne, 1967; Sikes, 1981; Baer y col., 1982; O.M.S., 1984; Acha y Szyfres, 1986; Favi y Catalán, 1986; Anónimo, 1986). Aunque se desconoce la transmi­sión natural por mordeduras de murciélagos a ma­míferos (O.M.S., 1984), hay contrariedad (Ristori y Díaz, 1985). Habría evidencias en Chile de un ciclo murciélago-gato, una positividad de 14,1% entre 85 murciélagos sospechosos y de 0,16% en 619 cazados masivamente (Favi y Catalán, 1986).

En Chile por largo tiempo se consideró que las especies silvestres no tenían importancia como re­servorios de rabia (Scozia, 1966; Ristori y Díaz, 1985); se ha señalado que la ocasional ocurrencia en zorros sería de origen perro doméstico que cazan o atacan a los zorros (Scozia, 1966). Hasta 1965, el perro alcanza el 85,6% de los casos históricos, con una variación cíclica de la enfermedad de 5 años; los bovinos 6,3% y los gatos 4,7% (Scozia, 1966); ocurre sólo un zorro positivo entre 136 examinados complementariamente a un estudio de hidatidosis en 1961 (Alvarez y Fuenzalida, 1961). Según Nú­ñez y col. (1987), entre 1970 y 1984, se anotan 131casos: 1,5% humanos y 98,5% animales, entre los cuales 61,8% con caninos, 25,2% bovinos, 5,3% felinos, 3,0% porcinos, 0,74% ovinos y 1,5% ani­males silvestres (un ratón, y un jabalí del zoológi­co). El año 1985 marca el inicio en Chile de las pesquisas de rabia silvestre al hallarse a partir de enero, rabia silvestre en murciélagos insectívoros Tadarida brasiliensis en Santiago y luego en Chile Central (Favi y Catalán, 1986; Núñez y col., 1987). En un proyecto de investigación propuesto en 1982 y ejecutado parcialmente en 1984-85 por los autores del presente artículo, se planteó estudiar rabia en zorros silvestres de la XII Región de Magallanes y Antártica chilena, dado las altas poblaciones esti­madas, el estado libre de la enfermedad que presen­taba la región y los signos de presentación que se habían recopilado. Por inmunofluorescencia directa sobre 58 cerebros de un muestreo sistemático y representativo de zorro gris (Pseudalopex griseus) aparentemente sanos (Durán y Favi, 1989), se de­terminó una prevalencia de 8,62% (5/58), su distri­bución geográfica, de edad y sexo, con casos que llegan en Tierra del Fuego a los 53°35' Latitud Sur y los 7001T Longitud Oeste, constituyéndose en la ocurrencia de rabia más austral de América. Los autores amplían este estudio en 1988 a la XI Región y a otras especies silvestres susceptibles. La XII Región es la de mayor masa ganadera del país con altas poblaciones de fauna silvestre, siendo suscep­tibles a rabia entre otras: 5 especies en peligro de extinción, 7 especies vulnerables y 6 raras. Durán y Favi (1989), analizan la prefactibilidad de la vacu­nación oral extensiva de los zorros, con importantes resultados precedentes de Europa y Canadá (Baer y col., 1982; O.M.S., 1984; Johnston y col., 1988). Los zorros han sido considerados como los principales propagadores y víctimas de la rabia (Si­kes, 1981; Anderson y col., 1981; Anónimo, 1986; Murray y col., 1986; Acha y Szyfres, 1986; Durán y Favi, 1989), por tal motivo y basado en el conoci­miento de la ecología de sus poblaciones, su com­portamiento y la biología de la enfermedad (Mac­Donal y col., 1981) se han estudiado modelos de dinámica de la rabia en zorros (Anderson y col., 1981; Blancou, 1988). Murray y col. (1986) expli­can la propagación de la rabia como similar a las ondas, con una velocidad de los frentes 25-60 km por año, para una densidad inicial de 2 zorros /km2, y para un coeficiente de difusión determinado, con predicciones de desaparición por un período de cinco años luego del brote. La rabia humana y canina en América Latina y el Caribe, es un proble­ma considerado esencialmente urbano, agudizán­dose en los suburbios periféricos de las ciudades grandes y medianas (Szyfres y col., 1982), donde aumenta la razón perro-hombre. Los perros, son los principales receptores urbanos de la rabia prove­nientes de los reservorios y ciclo silvestre, por lo que es necesario priorizar las investigaciones que se centran en este nexo.

En este artículo se da una visión de conjunto sobre la rabia en Chile en 60 años (1929-1988), la pesquisa en animales domésticos y silvestres, la procedencia geográfica de las muestras y casos, la estacionalidad, las fluctuaciones cíclicas anuales y se revisan diversos aspectos epidemiológicos y eco­lógicos de la enfermedad.

 Trabajo presentado parcialmente en World Zoonoses Congres­ses. Porto Alegre Brasil. 15-21 de octubre de 1989.  A presentarse en XXIV World Veterinary Congress, Río de Janeiro, Brasil, 18-23 agosto de 1991.  Proyecto Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT-1. 293-88).

I. Análisis de registros históricos de la rabia en Chile

Se trabajó con una base de registros históricos na­cionales de muestras para el diagnóstico de rabia, entre 1929 y 1988, contenidos en los Libros del Laboratorio de Diagnóstico del Instituto de Salud Pública de Chile (ex-Instituto Bacteriológico de Chile). Se construyó tablas de síntesis de resultados diagnósticos por mes y año a partir de la siguiente información por muestra: fecha de recepción, ori­gen (particular, sanitaria u otras instituciones), es­pecie, localidad de procedencia, observaciones clí­nicas (si hay sospecha), resultado diagnóstico por cada técnica.

La localidad de procedencia, se llevó a la nueva regionalización administrativa vigente del país que contempla 13 regiones. Entre 1936 y 1965, cerca del 75% de las muestras y casos procedían de parti­culares, sólo el 20% de procedencia sanitaria de Servicios de Salud y un 5% de otros servicios esta­tales (Scozia, 1966). Con posterioridad a ese perío­do el aporte se hace institucional estatal en alta proporción sobresaliendo el Servicio de Salud y las Municipalidades.

Para el análisis, se consideró como un conglo­merado simple a aquellas muestras con diagnóstico efectivo que presentan completos sus datos a utili­zar, constituyéndose 41.191 muestras totales y 7.017 casos positivos entre 1929 y 1988 (cuadro 1), siendo las especies las unidades primarias de mues­treo y los ejemplares las unidades elementales (Steel y Torrie, 1985). Por pérdida parcial de regis­tros, se agregó una descripción complementaria de casos positivos, que se analizó aparte y se logró reconstituir con otras fuentes (Álvarez y Fuenzali­da, 1961; Scozia, 1966; y registros parciales), que completan 8.957 casos para todo el país (cuadro 2). Se desarrolló tablas de frecuencias y figuras, para el análisis de ocurrencia de casos positivos por cada especie o grupos y sus variaciones conjunta en el tiempo. Se estimó las tasas promedio de rabia en humanos y en especies domésticas en períodos quinquenales (cuadro 3), en las cuales fue posible contar con estimaciones poblaciones, según fuen­ tes oficiales (Chile, 1952, 1955, 1988). Para las estimaciones poblaciones en perros, se utilizó la razón perro-hombre = 1:10 (Scozia, 1966; Ristori, 1985), ya que en perros, gatos y animales silves­tres, no existen censos o estimaciones nacionales, sino restringidos a comunas (Kaemffer y col., 1984), ciudades y provincias (Matus y col., 1974; Martín y col., 1977), en el caso de perros y gatos, y a una región en el caso de zorro gris (Durán y col., 1985, Durán y Favi, 1989).

CUADRO 1 MUESTRAS ANALIZADAS Y POSITIVIDAD A RABIA EN CHILE (1929 - 1988) INSTITUTO DE SALUD PÚBLICA

Especie

Muestras(%)

Positividad muestral (%)

Positividad relativa (%)

Humanos

0,4

56,02

1,33

Domésticas--------------------------------------------------

----- Perros

82,42

17,47

84,54

----- Gatos

7,36

10,79

4,66

----- Bovinos

2,33

46,66

6,37

----- Equinos

0,50

39,22

1,14

----- Porcinos

0,38

38.70

0.86

----- Ovinos

0.12

15,69

0, 11

----- Caprinos

0,07

22,58

0,1

----- Hamster

0.43

0.00

0.00

Silvestres---

 Murciélagos

4,23

2,87

0,71

----- Roedores

1,32

0,55

0,04

 Lagomorfos

0.23

5,32

0.07

----- Zorros (+)

0.21

5.68

0.07

Total

100.00

-

100.00

     41.191

-

      7.017

(+) 58 muestras corresponden a un proyecto (Durán y Favi,1989).

CUADRO 2 DISTRIBUCIÓN DE RESULTADOS POSITIVOS DE RABIA POR ESPECIE Y QUINQUENIOS. CHILE, 1929 - 1988. INSTITUTO DE SALUD PÚBLICA

AÑOS 1929 1934 1939 1944 1949 1954 1959 1964 1969 1974 1979 1984 ----
1933 (*) 1938(*)    1943 (*) 1948(*) 1953 1959 1963 1968 1973 1978 1983 1988 ----
Especies- --- %
Hombre 0 6 7 11 25 25 20 6 3 0 0 0 103 1,15
Domesticas                                               
---- 92 731 590 1.949 1.418 1.324 1.934 579 104 44 10 15 8.790 98,14
Perro 88 650 490 1.680 1.243 1.161 1.672 475 74 26 0 7 7.574 84,56
Gato 3 49 54 91 63 40 101 22 4 3 0 6 427 4,77
Bovino 1 20 35 120 87 89 119 61 24 10 2 1 569 6,35
Caprino 0 1 1 0 1 2 2 1 0 0 0 0 8 0,09
Ovino 0 0 1 6 2 0 2 1 0 1 0 0 13 0,15
Equino 0 6 11 32 15 19 17 8 0 0 0 0 108 1,21
Porcino 0 3 6 14 6 13 19 10 1 3 0 1 76 0,85
Otros 0 2 1 6 1 0 2 1 1 1 0 0 15 0,17
Silvestres                   ------
 --- 4 0 0 0 0 2 1 1 1 0 0 55 64 0,71
Zorro 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 5 6 0,07
Roedor 0 0 0 0 0 1 0 1 1 0 0 0 3 0,03
Lagomorfo 4 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 5 0,06
Murciélago 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 50 50 0,06
Otros 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0,00
------------------
Total 96 737 597 1,960 1.443 1.351 1.955 586 108 44 10 70 8.957 99.97
Otras Fuentes: Durán y Favi (1989);(*)Scozia (1966); Álvarez y Fuebnzalida(1961).

CUADRO 3 TASAS PROMEDIO ANUALES DE RABIA (CASOS/100.000), POR ESPECIE Y QUINQUENIO. CHILE (1929-1988). INSTITUTO DE SALUD PÚBLICA DE CHILE

AÑOS-

1929

1934 1939 1944 1949

1954

1959

1964

1969

1974

1979

1984

1933

1938 1943 1948 1953

1959

1963

1968

1973

1978

1983

1988

Especies ----------------------------------------------

Hombre

-

0,026 0,028 0,040 0,080

0,072

0,051

0,014

0,006

-

-

-

Perro (&)

4,105

27,924 19,218 61,333 39,600

33,467

42,835

10,837

1,53

0,495

0,141

0,097

Bovino

0,008

0,158 0,293 1,024 0,753

0,652

1,026

0,423

0,153

0,058

0,054

0,089

Ovino

-

- * * *

-

0,006

0,003

-

0,004

-

-

Equino

-

0,210 * * *

0,666

0,800

0,329

-

-

-

-

Porcino

-

0,114 * * *

0,268

0,414

0,202

0,02

0,068

-

0,084

Otras fuentes: Scozia (1966); Álvarez y Fuenzalida (1961); Chile (1952, 1955, 1988). *Faltan datos censales del quinquenio. (&) Se estimó aplicando relación 1:10 respecto población humana (Scozia, 1966; Ristori, 1985).

El conglomerado total de muestras analizadas, fue de 41.191, con 7.017 (17,04%) casos positivos a rabia. Un 93,61% de las muestras fue de animales domésticos, 5,99% animales silvestres y 0,4% hu­manos (cuadro 1). De las muestras positivas, el 97,78% corresponde a animales domésticos, 1,33% a humanos y 0,89% a animales silvestres. La posibilidad muestra promedio fue: en animales sil­vestres de 3,61%, perros y gatos 14,13%, ganado 32,57% y humanos 56,02%.

Una síntesis de casos por quinquenios completan un total de 8.957 casos de rabia para el período (cuadro 2): 8.790 animales domésticos, 64 silves­tres y 103 humanos. Los perros alcanzan 7.574 casos. Los quinquenios entre 1944 y 1963, reúnen 81 casos humanos, 6.625 domésticos y 3 silvestres. En el quinquenio 1979-1983, se producen sólo 10 casos animales, de los que 8 son perros. En el quinquenio 1984-1988, se presentan 15 casos ani­males domésticos y 55 silvestres (murciélagos y zorros). La figura 1 muestra la variación de mues­tras totales y las diagnosticadas positivas en perros, comparadas con las provenientes de personas y otros animales, describiéndose variaciones quin­quenales. La figura 2 muestra la ocurrencia y varia­ción de casos de rabia en el período de estudio de 1929-1988 en el hombre y animales, ajustada para comparar el comportamiento de la ocurrencia de rabia entre las principales especies (existiendo pér­didas parciales de registros entre 1938 y 1945).

 

Figura 1. Número de resultados positivos obtenidos en las muestras procedentes de perros, comparado con los obtenidos en muestras provenientes de personas y otras especies animales y con el número total de muestras analizadas. Chile 1929-1988. Instituto de Salud Pública de Chile.

Figura 2. Número de resultados positivos obtenidos en las muestras procedentes de perros, comparado con los obtenidos en muestras provenientes de personas y otras especies de animales domésticos y silvestres. Chile 1929-1988. Instituto de Salud Pública de Chile. (+). (+) Faltan registros por especie entre 1938 y 1945

Entre 1935 y 1960 se muestran picos de casos quinquenalmente en 4 de 5 especies (excepto 1935 que lo fue para 3 sobre 5), interrumpiéndose poste­riormente. Desde 1948 a 1961 se producen cada 4 ó 5 años, valles de casos positivos en 4 de 5 especies (salvo 1953 que tiene 5 sobre 5); con posterioridad los valles se dan cada 3 años en 4 de 5 especies (excepto 1964 que tiene 3 sobre 5 especies). En los quinquenios entre 1944 y 1963, se producen las mayores tasas promedio anuales de rabia en perro (casos/ 100. 000), encontrándose también las mayo­res tasas alcanzadas por especies domésticas (cua­dro 3). Las muestras provienen en un 93,89% de 6 regiones administrativas del país (Metropolitana, I, V, VII, VIII y IX) y en un 74,26% de 3 regiones (R.M., V y VIII). La positividad global se distri­buye en un 89,04% en 4 regiones: R.M., V, VI y VIII. La positividad muestra] promedio de la V y VI regiones es de 34,67% y la de R.M. y II Región es de 18,86% (cuadro 4). El cuadro 5 muestra la distri­bución de casos según la estación del año con una menor tendencia a los casos y positividad en ve­rano.

  CUADRO 4 DISTRIBUCIÓN DE MUESTRAS Y POSITIVIDAD A RABIA POR REGIONES. CHILE 1929-1988 INSTITUTO DE SALUD PÚBLICA DE CHILE

Regiones

Frecuencia muestral (%)

Positividad muestral (%)

Positividad relativa (%)

Metropolitana

48,18

18,92

53,51

1

6,47

0,23

0,09 

.11

0,72

18,79

0,80 

III

0,88

0,00

0,00 

IV

0,85

9,46

0,47 

V

11,5

30,64

20,68 

VI

3,50

38,70

7,95 

VII

6,99

12,40

5,09 

VIII

14,58

8,06

6,90 

IX

6,17

11,70

4,23 

X

0,79

4,62

0,21 

XI

0,01

0,00

0,00 

XII

0,16

7,81

0,07*

Total

100,00

--

100,00 

41.101

--

7.017

58 muestras corresponden a un proyecto (Durán y Favi, 1989).

CUADRO 5 DISTRIBUCIÓN DE MUESTRAS Y POSITIVIDAD DE RABIA POR ESTACIÓN DEL AÑO EN CHILE (1929-1988). INSTITUTO DE SALUD PÚBLICA DE CHILE.

Estación del año

Muestras (%)

Positividad muestral (%)

Positividad relativa (%)

Verano

23,40  

14,74 

20,25 

Otoño

25,00  

17,25 

25,32 

Invierno

25,47  

17,75 

26,54 

Primavera

26,12  

18,16 

27,85 

Total

100,00  

--

100,00 

41.191

--

7.017

 

II. Consideraciones sobre la epidemiologia y epizootiología de la rabia en Chile (1929-1988)

Al analizar las 41.191 muestras del conglomerado, se determina que un 92,11% corresponde a vigilan­cia ejercida sobre perros, gatos y bovinos, los que reúnen el 95,57% de la positividad relativa, siendo sólo los perros el 84,54% de la misma (cuadro 1). La fauna silvestre constituye el 5,99% de las mues­tras y el 0,89% de la positividad relativa; si conside­ramos que sólo los murciélagos representan el 4,23% de las muestras, que la mayoría se han obte­nido después de 1985, y que los muestreos en zorros surgen de proyectos de investigación (Álvarez y Fuenzalida, 1961; Durán y Favi, 1989), puede de­ducirse que la vigilancia de la fauna silvestre ha sido prácticamente nula en Chile, o al menos deficiente, concordando los últimos autores con Acha y Szy­fres (1986), que deducen que los países latinoame­ricanos, por falta de vigilancia aparecen con ci­clos activos domésticos y no silvestres al contra­rio de países europeos y de Norteamérica. La mayor positividad muestral correspondió a humanos (56,02%), siguiéndoles en importancia las especies domésticas productivas bovina, equina y porcina, que en promedio alcanzan un 41,53%. Las especies ovina y caprina alcanzan un promedio de 19,14% y las especies de compañía perro y gato un promedio de 14,13%. Esto último revela en perros, un envío masivo de muestras más bien que sospechosa. Entre las especies silvestres, los zorros y lagomorfos en promedio alcanzan un 5,5% de positividad mues­tral, pero en un estudio en Magallanes con 58 mues­tras de zorros aparentemente sanos, se determinó una prevalencia de 8,62%, con aumento de la ocu­rrencia desde los juveniles hasta adulto (Durán y Favi, 1989). El total histórico es de 88 muestras zorros; sin embargo en un estudio lateral al de hidatosis se determinó en 188 animales silvestres de Chile central, que 1/136 (0,74%) zorros grises fue positivo a rabia en 1961 (Álvarez y Fuenzalida, 1961). La positividad de las ratas fue de 1,32% (3/544) y aunque han sido reportadas sin riesgo de rabia (Bagnaroli y Marchevsky, 1970; O.M.S., 1984), aparecen después del zorro (Vulpes vulpes) la liebre y el ratón, entre los animales con la máxi­ma susceptibilidad al virus rábico tipo zorro (Vulpes vulpes), siendo los ratones 10.000 veces más sus­ceptible que los perros (Blancou, 1988). La positi-vidad de murciélagos fue de 2,87% (cuadro 1) en muestras que se diagnostican positivas por primera vez en el país a partir de enero de 1985 (Favi y Catalán, 1986; Anónimo, 1986; Ristori y Díaz, 1985; Núñez y col., 1987). En 5 meses de este año, se determina una positividad de 14,1 % en 85 mues­tras de murciélagos sospechosos y de 0,16% en 619 ejemplares capturados masivamente, siendo todos los positivos de la especie insectívora Tadarida brasiliensis y procedentes de Chile central (Favi y Catalán, 1986). Posterior al terremoto de 1985 en esta zona del país, aumentó el envío de estos mur­ciélagos de hábitos gregarios que invade el domici­lio humano y se realizó capturas masivas en el área de focos encontrados; en abril del mismo año se diagnosticó positivo un gato mordedor, cohabitaba una cueva con una colonia de estos murciélagos, con evidencias de predación sobre ellos, lo que tiene gran importancia respecto de la controversia del rol de reservorio silvestre y foco de propagación que pueden tener éstos animales (Constantine,1967; Baer y col., 1982; O.M.S., 1984; Favi y Catalán, 1986; Anónimo, 1986; Ristori y Díaz, 1985; Núñez y col., 1987). El cuadro 2 comple­menta con otras fuentes un total de 8.790 casos totales de rabia para el período de 60 años de estu­dio; distribuidos en quiquenios y por especies, muestra sólo 64 casos de rabia silvestre, 55 de los cuales es pesquisado de 1985 adelante, siendo 5 casos de zorros grises P. griseus (Durán y Favi, 1989) y 50 casos de murciélagos T. brasiliensis. En una primera etapa en el quinquenio (1929-1933), hay una baja cantidad de muestras de 230 y un total de 96 casos (cuadro 2, figura 1); una segunda etapa a partir de 1934 el número de muestras y casos aumenta paulatinamente, con picos y valles alterna­dos hasta 1960, describiéndose ciclos epidémicos y epizoóticos que se muestran para 5 especies (figura 2); éstos fueron descritos por primera vez en 1966 como quinquenales en perros de Chile central (Sco­zia, 1966). Una tercera etapa (1961-1970), muestra los efectos del control epidemiológico, con una drástica caída de los casos a partir de 1963 en humanos y animales. Una cuarta etapa (1971-1988) presenta un mantenido bajo nivel de positividad y mayor referencia de muestras que en períodos ante­riores. En el último quinquenio se acentúa la pes­quisa en los reservorios silvestres, efectuándose el envío de 1.704 muestras de murciélagos, que co­rresponde al 97,87 del muestreo histórico en qui­rópteros. y de 58 zorros de un proyecto (Durán y Favi, 1989) y dos de particulares (cuadro 2 y figura 2).                     

Los programas de control de la rabia en Chile han mostrado una gran eficacia y se han basado en: a) el tratamiento antirrábico de personas mordidas o expuestas, b) la vacunación canina, c) el diagnósti­cos clínico y de laboratorio, d) la vigilancia en perros y otros animales, con el control de perros mordedores, e) la educación sanitaria, y f) la elimi­nación de perros vagos. A comienzos de la década del 50, en la Provincia de Aconcagua, se vacunó del orden de 12.000 perros con vacuna Semple sobre una población estimada de 18.000, como parte de un programa de control (Mora, comunicación per­sonal). A partir de la década del 60 el programa de control de rabia en Chile se realiza con la vacuna nacional Fuenzalida-Palacios, elaborada en el Insti­tuto Bacteriológico (Fuenzalida y Palacios, 1955), con un efectivo control poblacional de perros urba­nos y rurales, aumento de la vigilancia y envío de muestras al laboratorio. En América Latina, esta vacuna ha desplazado prácticamente a todo tipo de vacuna, con la ventaja sobre la vacuna Semple de ser mucho más activa y con mucho menos frecuen­cia de accidentes neurológicos (Acha y Szyfres), 1986). El último caso humano ocurre en 1972, luego dos años silentes, 1982 y 1984, por lo que se plantea la posible erradicación de la enfermedad, hasta que surgen los casos silvestres y reapare­cen casos esporádicos domésticos (cuadro 2, figura 2). Entre 1975 y 1984, se vacunaron en Chile 2.747.545 perros y se eliminaron 1.033.5 10 ejem­plares; con 29.373 personas mordidas en 1983 de las que se trataron 12.150 con 40.921 dosis de uso humano; se aplicaron en humanos 41.893 dosis en 1970 y 46.780 en 1971 (Chile, 1985).

El Servicio de Salud Occidente de la Región Metropolitana, entre 1975 y 1984, estima una razón hombre-perro de 7:1 y una disminución de personas mordidas de 3.468 en 1975 a 2.066 en 1984 (577,5 mordidos/ 100.000 habitantes, y 218,3/100.000 res­pectivamente). De 19.537 dosis de vacuna antirrá­bica nacional, aplicadas en personas, no se observa reacciones neurológicas adversas, siendo las dosis promedio por paciente tratado entre 2,4 y 4,0, lo que revela falta de cumplimiento del tratamiento total por los afectados (Ross, 1985).

En 1982 debido a la situación epidemiológica esporádica de rabia, se suspenden las vacunaciones masivas, manteniéndose una vacunación periódica sólo en la I Región, dado que el vecino país de Perú presenta una enzootia persistente (según Chomel y col., 1988, entre 1980-84, presenta 6.995 casos totales de rabia, con un pico en 1982, distribuidos un 88,15% en perros, 9,85% en otros animales y 2,00% en humanos). En el resto de Chile, en caso de presentación de un brote, se procede a la vacuna­ción focal o perifocal, con la eliminación de los contactos animales y vacunación de los humanos involucrados. La realización de campañas masivas de vacunación en perros cada 5 años, sería de baja eficiencia en Chile, ya que se debe considerar los siguientes aspectos entre otros: a) la duración de la inmunidad que no es mayor de tres años (Sikes, 1981), b) el alto índice de reproducción y la tasa de reemplazo de la población canina, la cual se renue­va cada 5 años (Kaemffer y col., 1984), c) la gran cantidad de perros vagos del orden del 60% en Santiago, con menor grado de confinamiento en comunas perisféricas de menor nivel socioeconó­mico donde aumenta la densidad de perros y se reduce la relación hombre-perro desde 6:1 hasta 3,9:1 (Matus y col., 1974), d) las bajas tasas de inmunidad antirrábica en localidades rurales peque­ñas, que presentan bajo nivel de confinamiento permanente en perros (Martín y col., 1977), e) la  falta de vigilancia en rabia silvestre ya señalada. Con respecto al análisis por regiones (cuadro 4), es muy importante comparar la posibilidad según las muestras remitidas, dándose las mayores positivi­dades muestrales en las Regiones V (30,64%) y VI (38,70%), duplicando esta última la de R.M. Sin embargo la positividad relativa de la VI Región es 6,7 veces menor que la de R.M., lo que hace subes­timar su impacto en la importancia regional de la posibilidad del país, como ocurre en otros estudios que muestran este último índice (Ristori, 1985). La Región Metropolitana alcanza similar positividad muestral que la II Región, lo que sugiere en ésta, una deficiencia en la vigilancia epidemiológica por la escasa referencia muestral al Laboratorio de Diagnóstico de Rabia. Las Regiones IV, X y XII, denotan una positividad muestral importante y es­caso muestreo. Las Regiones XI y XII se considera­ban libres de rabia sin haber realizado vigilancia efectiva, ya que en 60 años sólo se remitieron 4 y 6 muestras al laboratorio respectivamente, si excep­tuamos los estudios en zorros y liebres (Lepus ca­pensis) (Durán y Favi, 1989). En 1979, un autor del presente trabajo reunió antecedentes y signos de posible rabia en zorros, por las frecuentes muertes de ovinos mordidos; en 1982 estimó por primera vez en 65.835 la población de zorros grises en Magallanes continental (Durán y col., 1985) y que se amplió luego al incorporar en otro estudio la población de Tierra del Fuego (Durán y Favi, 1989); estos últimos autores describen en una mues­tra sistemática de 58 zorros grises aparentemente sanos (para una prevalencia crítica de 5%, con un grado de confianza de 95%) por inmunofluorescen­cia directa y diagnóstico biológico de los cerebros, una prevalencia de 8,62%, creciente desde 1 a 12 meses de edad hasta 37 a 60 meses, iniciando un análisis de prefactibilidad de una vacunación oral extensiva de los zorros del área, dado el impacto que reviste la situación para los valiosos recursos ganaderos y silvestres involucrados.

Siendo la posesión de animales salvajes de com­pañía una tendencia mundial y dado los prolonga­dos períodos de incubación que se han detectado en zorros de zonas endémicas, es aconsejable el con­trol cuarentenario de estos animales más la vacuna­ción cuando se adquieren para zoológicos, exposi­ciones, investigaciones o cría comercial (O.M.S., 1984).

El análisis de muestras y casos de rabia por estación del año (cuadro 5), revela un menor mues­treo y positividad en verano respecto de otras esta­ciones del año, las que no acusan diferencias signi­ficativas entre ellas. Sin embargo, se ha considera­do por otros autores que el otoño y la primavera concentran los casos de rabia, por el crecimiento y dispersión que presentan las poblaciones animales en tales estaciones (Acha y Szyfres, 1986), así como se ha descrito mayor frecuencia de casos de rabia en perros de Chile central en los meses de octubre y noviembre (Scozia, 1966).

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