Contenido

La nutrición y alimentación de la especie porcina ha tenido numerosos avances en beneficio de un mejor manejo alimentario. Un aspecto no conside­rado hasta ahora a nivel nacional lo representa la nutrición de los elementos minerales que a pesar de ser requeridos en concentraciones relativamente bajas, deben vigilarse estrechamente.

Ampliamente conocidas son las innumerables funciones fisiológicas que cumplen los minerales, las que son fundamentales para el normal funcionamiento orgánico (Underwood, 1981), como también las diversas interacciones que ocurren en­tre elementos minerales y otros nutrientes muchas de las cuales son complejas y poco conocidas (ARC, 1981).

A nivel nacional en la formulación y elabora­ción de raciones, para cerdos, es una práctica ha­bitual la adición de mezclas minerales de elemen­tos trazas, que aportan la totalidad de los requeri­mientos sin que se considere el aporte propio que realizan los alimentos usados en la ración (Skoknié, 1983, comunicacion personal), lo que podría ocasionar alteraciones en la absorción y metabolismo de algunos minerales (Underwood, 1971, 1981).

Surge por lo tanto la necesidad de evaluar el estado nutricional mineral, y es el análisis del contenido mineral de tejidos y fluidos corporales una herramienta bastante más sensible que los niveles dietarios para detectar variaciones en la nutrición mineral.

Es así como el objetivo del presente trabajo fue evaluar el estado nutricional de algunos minerales en cerdos criados industrialmente a través de su concentración plasmática y hepática, como tam­bién estudiar el efecto del sexo sobre la nutrición mineral.

 Trabajó financiado por Proyecto A-1804-8644, DIB. Uni­versidad de Chile.

Material y método

Se estudiaron 242 cerdos, 114 hembras y 128 ma­chos castrados (de alrededor de 90 - 100 kg de pe­so) provenientes de criaderos industriales de la Re­gión Metropolitana y VII Región del país. Los criaderos fueron seleccionados a través de un muestreo dirigido y las muestras de sangre y tejido hepático se obtuvieron al momento del beneficio a través de un muestreo sistemático, considerando el sexo.

Los criaderos considerados en el estudio presen­taban un manejo alimentario típico, con sistema de consumo a discreción durante su vida producti­va; utilizando raciones balanceadas que incorpora­ban los insumos clásicos (maíz grano, trigo harini­llas, pescado harina). Los macrominerales Ca y P son ajustados utilizando fuentes de Ca y/o P de origen mineral (carbonato de calcio, fosfatos di o tri cálcicos) o animal (conchuela).

Los animales fueron sacrificados mediante la técnica de inconciencia rápida y desangrado poste­rior. Las muestras de sangre se obtuvieron al mo­mento de la yugulación del animal, desechando la primera fracción, y se recibieron en tubos de ensa­yo previamente desmineralizados y que contenían anticoagulante (citrato de litio, 5 mg/ml de san­gre). La muestra de hígado se tomó al momento de la evisceración, obteniéndose un trozo de aproxi­madamente 100 g del lóbulo adyacente a la vesí­cula biliar). En sangre se determinaron los niveles plasmáticos de los macroelementos Ca, P, Mg, Na y K y de los microelementos Cu y Zn. En hígado se analizaron las concentraciones de los minerales Fe, Cu y Zn. La determinación de los niveles Ca, Mg, K, Cu-, Zn y Fe, se realizó mediante técnicas de espectrofotometría de absorción atómica y pa­ra los niveles de P y Na se utilizaron las técnicas de foto colorimetría y emisión de llama, respecti­vamente (Fick y Cols., 1976 y Manual Perkin Elmer, 1971). Para estos efectos se utilizó un es­pectrofotómetro de absorción atómica Perkin Elmer, modelo 303, un fotocolorímetro Perkin modelo 215 y un fotómetro de llama Coleman mo­delo 21.

Los niveles minerales plasmáticos y hepáticos fueron descritos estadísticamente a través del pro­medio aritmético (), desviación estándar (DE), coeficiente de variación (CV) y rango, utilizando el programa SPSS (Nie y Cols., 1979). El efecto de la variable sexo se estudió por análisis de varianza a través del método de mínimos cuadrados para desi­gual número de observaciones (Harvey, 1960). La información se codificó y posteriormente se proce­só en el computador IBM 370 de la Universidad de Chile, utilizando el sistema operativo VM/CMS. La comparación de los resultados obtenidos se realizó con valores bibliográficos extranjeros normales, considerando como tales a aquellos presentes en tablas y los presentados por los grupos controles de diversos ensayos de nutrición y alimentación mineral de cerdos.

Resultado y discusión

Macrominerales plasmáticos

calcio

El promedio total obtenido para calcio plásmatico de 12,4 mg/dl (cuadro 1), resultó ligeramente ele­vado al compararlo con los valores reportados como normales en la literatura extranjera. Ullrey y Cols. (1967, Kaneko (1980), Kornegay y Thomas (1981) y Schmidt y Von Forstner (1986) entregan promedios de 10,6; 9,7; 11,3; y 9,9 mg/dl, para cerdos de crecimiento y engorda, respectivamente. Estas mayores concentraciones de Ca plasmático podrían deberse a niveles excesivos de calcio die­trario. Pokniak y Cols. (1977) al comparar los ni­veles de Ca de las dietas utilizadas en ensayos de nutrición de cerdos realizados en el país, con los estándares entregados por NRC (1973), demues­tran que para las etapas de crecimiento (20-35 kg), preengorda (35-60 kg) y engorda (60-100 kg), se estarían entregando excedentes del 15, 40 y 36% de los re-querimientos de Ca, respectivamente. Sin embargo, el efecto de las variaciones en los aportes dietarios de Ca sobre la concentración plasmática es contradictorio. Hegdes y Cols. (1975) y Mahan (1982) demostraron un aumento de los niveles plasmáticos de Ca al incrementar el Ca dietario. Por el contrario, no se han obtenido diferencias en los niveles plasmáticos de Ca al suministrar dietas que aportaban hasta el 400% de los requerimien­tos NRC (1979) (Clawson y Cols., 1980). Si bien la concentración dietaria de fósforo afecta la dispo­nibilidad de Ca. Vipperman y Cols. (1971) repor­taron un aumento de la retención de Ca y P al au­mentar el nivel de Ca y/o P en la dieta. Los altos valores de P plasmáticos encontrados en el presen­te trabajo (cuadro 1) explicarían en cierta propor­ción los niveles de Ca plasmático obtenidos. En re­lación a sexo, no se observan diferencias para los niveles de calcio (p > 0,05) (cuadro 1), lo que coincide con lo reportado por la literatura (Bayley y Cols., 1975).

CUADRO 1 CONCENTRACIONES PLASMÁTICAS DE CALCIO, FÓSFORO Y MAGNESIO SEGÚN SEXO Y TOTAL (mg/dl)

Mineral

Machos

Castrados

Hembras

Total

Calcio

± D E

12,4 ± 1,2

12,4 ± 1,4

12,4 ± 1,3

C V (%)

9,7

10,9

10,2

Rango

9,4 - 15,8

9,1 - 19,8

9,1 - 19,8

Fósforo

± D E

9,1a, 1,9

9,5b ± 1,9

9,3 ± 1,9

C V (%)

20,8

20,4

20,7

Rango

4,5 - 15,8

5,6 - 17,9

4,5 - 17,9

Magnesio

± D E

5,3 ± 1,1

5,5 + 1,1

5,4 ± 1,1

C V (%)

21,7

19,4

20,6

Rango

3,1 - 9,2

3,8 - 8,6

3,1 - 9,2

a, b = Indica diferencias significativas entre columnas (p  0,10)

= Promedio aritmético; D E = desviación estándar; C V = coeficiente de variación.

Fósforo

La concentración plasmática de fósforo determi­nada en el presente estudio fue 9,3 mg/dl cuadro 1), la que resultó superior a los valores reportados como normales por Ullrey y Cols. (1967 de 7,1; Kaneko (1980) de 7,5; Kornegay y Thomas (1981) de 7,0 y Schmidt y von Forstner (1986) de alrede­dor de 6,5 mg/dl, concordando con los entregados por Morgan y Cols. (1969) de 9,1 mg/dl. Las hem­bras presentaron un valor levemente superior que los machos castrados (9,5 y 9,1, respectivamente) (p 0,10), reportándose poca información al res­pecto. Así, Nielsen (1972) indica que las hembras retienen más P que los machos castrados. Por el contrario, otros autores (Kornegay y Thomas, 1981) han obtenido concentraciones de P sérico superiores en los machos castrados con respecto a las hembras (p 0,05). Entre los factores die­tarios que condicionan el nivel plasmático de P se reconoce que la concentración dietaria tiene una gran relevancia (Underwood, 1981). En el país, Pokniak y Cols. (1979) indican que el P dietario de las raciones nacionales excedían en 40 y 70% los requerimientos en los períodos de 20 - 35 kg y 35 - 100 kg de peso vivo, respectivamente; lo que podría explicar, aunque parcialmente, los va­lores aquí encontrados. En las dietas comúnmente usadas a nivel industrial, parte importante del fós­foro dietario es entregado por concentrados protei­cos de origen animal (harina de pescado) o por fuentes inorgánicas (Díaz, 1982), que se caracteri­zan por contener P de alta disponibilidad, lo que también incidiría en los resultados obtenidos.

Magnesio

Las concentraciones de Mg plasmático aparecen en el cuadro 1. El promedio obtenido de 5,4 mg/dl, es considerablemente superior a todos los valores re­portados como normales: Kaneko (1980) 3,2; Kornegay y Thomas (1981) 2,5 y Schmidt y von Forstner (1986) 2,2 a 2,7 mg/dl. Por otra parte, no se observaron diferencias por sexo (p > 0,05). Re­sulta difícil encontrar una explicación satisfactoria para los altos niveles de Mg plasmático obtenidos. Se sabe que una ingesta elevada de Mg dietario lleva a un incremento de su concentración plasmática (NAS, 1980); lo que estaría apoyado por el hecho que normalmente los insumos utilizados en la ela­boración de raciones para cerdos presentan concen­traciones de Mg superiores a las sugeridas como re­querimientos (Underwood, 1981). Por otra parte, algunos suplementos minerales utilizados (carbona­to de Ca de origen dolomítico) contienen elevadas concentraciones de Mg, incrementando aún más el tenor de Mg dietario.

Sodio y Potasio

Los valores de Na y K plasmáticos encontrados se pueden considerar como normales (cuadro 2). Las concentraciones plasmáticas de Na reportadas por la literatura establecen un rango de 124 a 157 mmoles/Q (Kaneko, 1973), sin determinarse dife­rencias por sexo (p > 0,05). Asimismo los valores K plasmático encontrados se ubican dentro del rango de normalidad reportados por la literatura extranjera (Alcántara y Cols. 1980). Obserándose similitud para machos castrados y hembras (cuadro 2). La adecuación nutricional de Na se podría ex­plicar por el criterio generalizado de adicionar sal común (NaCI) a las raciones en niveles cercanos al 0,5% y para K, a que la mayoría de los insumos comúnmente utilizados en la formulación de dietas para cerdos, contienen cantidades adecuadas de K para satisfacer las necesidades de esta especie (NAS, 1980; Underwood, 1981).

CUADR0 2 CONCENTRACIONES PLASMÁTICAS DE SODIO Y POTASIO SEGÚN SEXO Y TOTAL (mmoles/Q)

Mineral

Machos Castrados

Hembras

Total

Sodio

± DE

140,6 ± 9,4

141,0 ± 7,4

140,8 ± 8,5

CV (%)

6,7

5,3

6,1

Rango

107,1 - 168,9

115,1 - 162,1

107,1 - 168,9

Potasio

 ± DE

6,4 ± 1,1

6,5 ± 1,2

6,5 ± 1,1

CV (%)

16,7

17,6

17,5

Rango

3,5 - 12,0

4,3 - 11,9

3,5 - 12,0

= Promedio aritmético; D.E. = Desviación estándar; = C.V. = Coeficiente de variación.

Microminerales plasmáticos

Cobre

El rango obtenido osciló entre 142 y 291 μg/dl (cuadro 3) el que resultó semejante al reportado por Kaneko (1980) de 133 - 278 μg/dl. La concen­tración promedio encontrada fue de 201,1 que corresponde a valores considerados normales (Ullrey y Cols., 1967; Gipp y Cols., 1973; Martin­son y Ekman, 1976). Se observó un efecto del sexo sobre la concentración de Cu plasmático pre­sentándose valores superiores en los machos castra­dos (204,6 vs 197,2 μg/dl, machos castrados y hembras, respectivamente) (p 0,05). Greer y Cols. (1979) postulan como causa de esta diferen­cia, la mayor absorción intestinal de Cu que pre­sentarían los machos castrados. Sin embargo, no se han determinado diferencias en el nivel de Cu plas­mático en cerdos alimentados con niveles normales o con niveles de hasta 750 ppm de Cu (Gipp y Cols., 1973). Suttle y Mills (1966) postulan que existiría un mecanismo de adaptación que permi­tiría mantener los niveles de Cu plasmático relati­vamente constantes frente a la ingestión excesiva o tóxica de este elemento. Este mecanismo funcio­naría movilizando Cu desde la sangre hacia los teji­dos y también por control de su absorción y excre­ción.

CUADRO 3 CONCENTRACIONES PLASMÁTICAS DE COBRE Y ZINC, SEGÚN SEXO Y TOTAL (mg/dl)

Mineral

Machos Castrados

Hembras

Total

Cobre

   ±  DE

204,6a± 26,9

197,2b± 27,0

201,1 ± 27,2

CV %

13,1

13,7

13,5

Rango

144,0 - 282,0

142,0 - 291,0

142,0 - 291,0

Zinc

   ± DE

96,2 ± 21,0

97,7 ± 25,3

96,9 ± 23,1

CV %

21,8

25,8

23,8

Rango

36,6 - 180,2

37,1 -192,6

36,6 -192,6

a, b = Indica diferencias significativas entre columnas (p 0,05).

   = Promedio aritmético;  D.E. =desviación estándar; CV = coeficiente de variación.

Zinc

En general los niveles de Zn informados por la lite­ratura se refieren a valores séricos, en vez de plas­máticos, los que generalmente son superiores debi­do a lisis de glóbulos rojos y plaquetas durante el proceso de formación de coágulo sanguíneo (Un­derwood, 1971). El promedio obtenido está den­tro de lo considerado como adecuado y fue de 96,9 µ/dl (cuadro 3), siendo similar a los informa­dos por De Goey y Cols. (1971), 117,0; Ullrey y Cols. (1967) 88,0 y Martinson y Ekman (1976) 122,0 µg/dl. El coeficiente de variación fue eleva­do debido a la gran diversidad de factores que in­fluyen sobre el nivel plasmático de Zn (ayuno, ni­vel de proteína dietaria, carbohidratos dietarios, estrés, etc.). Los valores ubicados en la parte su­perior del rango son extremadamente altos y pue­den deberse a cierto grado de hemólisis ya que como es conocido la concentración intraeritrocíti­ca de Zn es mayor a la existente en el plasma (Un­derwood, 1971).

Microminerales hepáticos

Fierro

La concentración promedio de Fe hepático fue de 518,1 μg/g MS, sin observarse diferencias entre sexos (p > 0,05) (cuadro 4). El valor promedio de­terminado es mayor a lo informado por Ferreira y Machado (1979). 269,4 μg/g MS, y algo más cerca­no al entregado por Gipp y Cols. (1973), de 480 ppm. Esta condición se podría deber a ingestas ele­vadas de Fe dietario que determinan incrementos en la concentración hepática del mineral (Furu­gouri, 1972). Por otra parte es importante recalcar la amplia variación obtenida que se podría explicar por una variabilidad en el aporte dietario de Fe. Como también al efecto ejercido por los niveles de otros minerales que tienen una acción antagónica sobre el Fe (Ca, Cu y Zn) (De Goey y Cols., 1971; Gipp y Cols., 1972 y Pond y Cols., 1975).

CUADRO 4 CONCENTRACIONES HEPÁTICAS DE FIERRO, COBRE Y ZINC SEGÚN SEXO Y TOTAL (mg/g MS)

-Mineral

Machos Castrados

- Hembras

- Total

Fierro-

   ± DE

530,9 ± 212,3

503,6 ± 186,7

518,1 ± 200,8

CV %

40,0

37.1

38.8

Rango

126,6 - 1290,7

43,8 - 979,6

43,8 - 1290,7

Cobre

   ± DE

28,6 ± 28,2

35,9 ± 47,6

32,1 ± 38,6

CV %

98,4

132,5

120,5

Rango

0,7 -297,6

0,5 -419,8

0,5 -419,8

Zinc

   ± DE

187,1a ± 52,1

158,8b ± 46,0

178,5 ± 55,8

CV %

33,2

27,3

31,2

Rango

87,7 - 479,4

51,2 - 297,9

51,2 - 479,4

a, b =Indica diferencias significativas entre columnas (p  0.05).

= Promedio aritmético DE = Desviación estándar CV = Coeficiente de viariación.

Cobre

En el caso del cobre hepático tampoco se aprecia­ron diferencias por sexo (p > 0,05) (cuadro 4), en­ contrando un valor promedio de 32,1 µg/g MS que resultó ser ligeramente superior a los informados por De Goey y Cols. (1971), Pond y Cols. (1975) y Ferreira y Machado (1979) (17,0 a 23,1 μgCu/g MS).

Pese a la marcada diferencia por sexo, ésta no fue estadística debido a la elevada variabilidad que se observó (0,5 - 419,8 mg/g MS), con un CV de 120,5%. Es reconocido que existe una amplia va­riabilidad individual en los niveles hepáticos (Un­derwood, 1971), la que sería aumentada aún más debido al manejo alimentario. Se sabe, desde hace bastante tiempo, que niveles de Cu dietario de has­ta 250 ppm actúan como promotor de crecimien­to, lo que conjuntamente lleva a un incremento en la concentración hepática de este elemento (Greer y Cols., 1979); además, la proteína dietaria de ori­gen animal (harina de pescado o leche descremada) favorecería la retención de Cu y por lo tanto el au­mento del Cu hepático (Gipp y Cols., 1973), lo que corresponde a las prácticas alimentarias habi­tuales en el país. Estos resultados indicarían que en el país se estarían sobrepasando los requeri­mientos dietarios de Cu, lo que alteraría la adecua­ción de otros minerales bivalentes.

Zinc

Los valores obtenidos (cuadro 4) coinciden con al­gunas concentraciones reportadas como normales por la literatura internacional (Ferreira y Machado, 1979, Greer y Cols., 1979), pero son sensiblemen­te más altos que los entregados por Pond y Cols. (1975) y Hsu y Cols. (1975) de 87 y 133 μg/g MS. Se apreciaron también diferencias según sexo (187,1 y 158,8 para machos castrados y hembras, respectivamente) (p  0,05). Al respecto la litera­tura no informa de diferencias (Greer y Cols., 1979).

Del análisis de los resultados obtenidos se puede desprender que el aporte de Zn dietario incide ma­yoritariamente en los niveles de Zn hepáticos que en los niveles plasmáticos. De hecho se ha visto que aumentado al doble el aporte de Zn dietario, los valores plasmáticos se mantienen estables y dentro de los rangos de normalidad (Martinson y Ekman, 1979), en cambio se observan incrementos en la concentración del mineral en el tejido hepáti­co (Morgan y Cols., 1969). Sin embargo, estos re­sultados son contradictorios con lo indicado por la bibliografía, en el sentido que niveles altos de Ca dietarios (como sería en este estudio) generarían descensos en los niveles hepáticos de Zn (Morgan y Cols., 1969).

La alta variabilidad obtenida en los valores de algunos elementos plasmáticos (P, Mg y Zn) (cua­dros 1 y 3) y hepáticos (Fe, Cu y Zn), (cuadro 4) es explicable parcialmente por el diseño experi­mental empleado, el cual incluyó 20 criaderos. Sin embargo, las concentraciones consideradas como elevadas, en especial de P y Mg plasmáticos y Fe y Zn hepáticos indicarían importantes desajustes en el manejo nutricional mineral a que se estaría so­metiendo la especie porcina en el país. Adicional­mente, no se deben descartar fenómenos de ruptu­ra de capilares producto de la técnica de sacrificio (pese a que no se utilizó shock eléctrico) y even­tuales situaciones de hemólisis en el momento de toma de muestras, los cuales explicarían también estas elevadas concentraciones plasmáticas.

La escasa caracterización de los aportes y nive­les de biodisponibilidad mineral de los subproduc­tos agro industriales de amplio uso en alimentación de cerdo, y eventualmente también de los alimen­tos tradicionales, hace que la adecuación de los elementos minerales en términos nutricionales sea deficiente. En general, ésta se realiza a través de premezclas estándares, las cuales aportan la totali­dad de las necesidades de los cerdos, con la salve­dad del Ca y P, sin considerar el contenido de los alimentos que constituyen la ración.

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